Refugiados, izquierda liberal y populismo antiinmigración (por Domingo Martos Ruíz).
Para poder realizar un análisis profundo sobre esta crisis humanitaria, el deambular de millones de desplazados por la guerra y el hambre, debemos buscar el origen en los diferentes procesos llevados a cabo en Oriente Medio y el norte de África.
Europa se enfrenta a una peliaguda situación, un marco donde sólo reluce el enfrentamiento de dos mundos, el Occidente cristiano y el Oriente radicalizado. La guerra en Siria es sin duda uno de los puntos de partida de este conflicto, aunque no podemos concebir este hecho como el origen de todo lo que sucede en el Creciente Fértil, sino como conclusión de décadas de inestabilidad y fracaso de los gobiernos “democráticos” en estos países; desestabilización que nace con la intromisión e intereses de los Estados Unidos y las potencias europeas. La guerra en Siria, la guerra contra el ISIS se nos presenta como un alejado escenario entre los fundamentalistas del ISIS, el gobierno de Bashar al-Ásad y los rebeldes sirios. Sin embargo, la realidad no está siempre en estos relatos de tertulia y telediario. Existe tras esta una lucha muy diferente, una lucha de clases con diversos personajes: Estados Unidos y Europa Occidental frente a Rusia; y Sunitas, encabezados por Arabia Saudita, contra Chiitas. ISIS se ha convertido en un enemigo fetiche, Siria en un buen telón de fondo y la caridad liberal en la propaganda adecuada para enmascarar una entramada y compleja violencia entre clases a nivel internacional que va desangrando y desestructurando la “periferia” de nuestra cúpula occidental. No podemos olvidar a Libia en esta ecuación global. El país norteafricano fue ocupado en 2011 por las fuerzas y acciones criminales de la OTAN, castigando a uno de los escasos países con aspiraciones de desarrollo del mundo árabe. Con la caída de Gadafi y su gobierno, la situación de Libia pasa a ser la de un estado desmembrado por las numerosas guerrillas y sus correspondientes guerras civiles. En Europa nuestra izquierda liberal se manifestaba en apoyo de los Estados Unidos a la hora de intervenir, siempre desde la arrogancia y superioridad que utiliza para llevar a cabo juicios de moral y ética contra cualquier movimiento social-revolucionario. En cambio, estas movilizaciones progresistas no se llevaron, ni se llevan, cuando presenciamos los mercados de esclavos en Libia, la expulsión de las mujeres de la enseñanza superior o con la muerte de miles de civiles por el bombardeo y la impunidad de las tropas occidentales. Ante esta violación sistemática de los DDHH, la izquierda liberal calla y vuelve la cara, enfocada en otra de sus parciales luchas o en otro sus actos de caridad hacia el Tercer Mundo.
Además, hasta 2009-10, Libia era quien absorbía la mayor parte del flujo migratorio. Hoy, ocupada y desarticulada, es uno de los puntos de salida de estos refugiados hacia Europa, una precaria lanzadera para quienes lo han perdido todo.
“Ahora escuchad gente de la OTAN. Estáis bombardeando un muro que ha impedido la emigración a Europa y la entrada de terroristas de AL-Qaeda. Ese muro era Libia, y lo estáis rompiendo. Sois idiotas, y arderéis en el infierno por los miles de emigrantes que se irán de África.”
Muamar el Gadafi
La globalización actual se puede representar como un invernadero. Una vez que el capitalismo ha conquistado hasta el último rincón del orbe, la globalización actúa redirigiendo toda la riqueza y capital hacia su interior, Europa y EEUU, creando una cúpula, un conjunto de países de élite alejados de la vida real, de la situación de un mundo ya asfixiado y que clama contra esta élite. Los atentados, los actos de terror momentáneos nos recuerdan el planeta que hay fuera, la violencia cotidiana, el terror instaurado. La globalización del capital ha levantado unas fronteras mundiales invisibles, pero insalvables desde el exterior. Y hoy, como reacción a nuestras políticas, esta periferia llama con una mano ensangrentada y otra que transmite la necesidad de millones de seres humanos por escapar de la miseria, del fuego y de las balas financiadas por empresas Occidentales. Hemos creado una nueva clase, un nuevo agente social; hemos modificado tanto la situación de nuestros vecinos, que al más puro estilo hegeliano, lo que hace una década eran sirios o iraquís, hoy son millones de refugiados. El conflicto está más que servido, el choque de intereses entre Europa y los desplazados es una realidad problemática, una seria amenaza para ambas partes. Y ante esta situación: ¿Qué hacer?
Por un lado tenemos la postura de la izquierda liberal con su “abramos las fronteras”, “por una Europa sin fronteras”, etc. Un planteamiento equivocado que nace de una infantilizada posición frente al panorama al que se enfrenta Europa. La idea de la apertura de fronteras no es sólo una utopía progresista, es una vía intolerable para el desarrollo tanto de Occidente como de Oriente. Juegan aquí, los progresistas, a un juego hipócrita, un chantaje moral sobre la población europea. Esta idea sólo puede concebirse atendiendo al papel que juega la izquierda liberal actual, el papel de juez moralista sobre las cabezas de los malvados y corruptos ciudadanos “primermundistas”. La apertura total de las fronteras conllevaría un choque de civilizaciones, un choque entre pueblos; el abono ideal para el ascenso del populismo antiinmigración, el Fascismo, y la total modificación de los modos, condiciones de vida y libertades. Libertades como la de expresión, que permiten a esta izquierda elaborar sus juicios éticos y morales, pues el vivir en la parte interior de la globalización se lo permite. Su superioridad a la hora de atacar al trabajador medio, reacio a la inmigración, viene de un estatus adquirido sólo con las condiciones que el capitalismo crea en Europa y EEUU, que distan mucho de ser las existentes en la periferia de la globalización; la posición de la izquierda liberal es de una aguda hipocresía. Defienden la apertura y la libre circulación, pero saben que si se llevan a cabo tales medios, su posición y su existencia cesarían en el tablero político-social europeo.
Por otro lado, los populistas antiinmigración. Estos defienden que debemos proteger nuestro modo de vida frente a la amenaza del Islam. Afirman que la convergencia de ambas culturas provocaría una caída del Occidente civilizado, la llegada de una nueva composición social, económica y cultural contraria a los valores europeos. Sin embargo, esta derecha se equivoca al afirmar que son los inmigrantes quienes pondrían en juego la vigencia del “Ser europeo”, pues esa descomposición de valores y formas propias de vida ya ha comenzado. Hace dos siglos éramos nosotros, los europeos y nuestras características quienes colonizábamos el mundo, desplegando la maquinaria capitalista por los más recónditos confines del planeta. Hoy no somos modelo de ningún tipo; nuestra cultura, economía y el papel que desempeñamos en la globalización actual caen frente al empuje del neoliberalismo anglosajón y el capitalismo autoritario asiático. Europa, queriendo acoplarse entre estos dos bloques, buscando un hueco en el mundo bipolar hoy existente, se olvida de su inminente futuro; ser la Grecia del mundo romano. Por ello, no podemos afirmar que es la inmigración del mundo árabe la que causará el derrumbe de la vieja Europa, el verdadero enemigo que deberían considerar los populistas antiinmigración es la globalización capitalista, a la que paradójicamente apoyan.
Dos posturas muy contrarias que sólo comparten el hecho de enfrentarse a las consecuencias de una lucha de clases a nivel internacional. ¿Qué postura debemos adoptar entonces? Como diría Stalin: las dos son las peores. El único camino para solventar esta situación es reconstruir la sociedad global con el fin de que los sirios no se vean obligados a deambular por las costas de Turquía y Libia. Suena un tanto utópica esta solución, pero es la única viable y “positiva” a nivel mundial. La ayuda humanitaria, las benévolas acciones de protección y compasión no arreglan el problema, sino que lo agudizan. Cuanta más sea la ayuda de Europa hacia los refugiados, mayor será el flujo de inmigrantes que llegará a nuestras costas, aumentando el nivel de tensión, tanto en los países de origen como en los europeos, alimentando aún más el fuego y la violencia entre las clases ya enfrentadas.
La solución, después de todo, pasa por combatir, por erradicar los intereses occidentales de Oriente, por liberar a estos del yugo globalizador del capitalismo. No debemos caer en la caridad, en cuidar al refugiado desde nuestra concepción cristiana de compasión hacia el pobre. Ante todo debemos ser pragmáticos, y con ello comprender que ante esta crisis sólo cabe reconfigurar las condiciones materiales de los países de origen.
Bien estructurado el artículo. Parte de una tesis,la crisis de refugiados, una antítesis la s posturas políticas de su tratamiento y una síntesis, la reconfiguración del orden mundial. Merece una refutación completa, desde mi punto de vista no creo en una existencia de una izquierda liberal, para mi son contradictorios esos términos, tampoco creo que sea abrefronteras. Tampoco veo un tratamiento a los refugiados como lo que son, simplemente personas, no afganos, libios, sirios o iraquíes .Creo que el artículo es derrotista, en el sentido de dar por sentado el enfrentamiento entre clase obrera europea y clase obrera procedente de países empobrecidos. Tal mal estamos que hay que asumir la derrita del internacionalismo? Tampoco veo esa división religiosa que hace que haya caridad cristiana, eso es retorica, sólo hay temor a dios por parte de las culturas derivadas de las religiones. Creo que hay que ir hacia un interculturalismo que abogue por la lucha de clases eliminando las religiones, nacionalismos, etnicismos y que rompa las fronteras, asumiendo que la política de bloques esta agotada y al capitalismo hay que superarlo por la izquierda
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