Algo Sobre La Educación (por Domingo Martos)


La educación actual, la que se impone a nuestra juventud como paradigma del desarrollismo, es el producto de la reconstitución del Capitalismo, conjugado como bloque hegemónico gracias al Neoliberalismo y su control de todo el espectro social.

Esta reconstitución atiende al salto del modelo capitalista de la fábrica al hogar, del campo a las relaciones interpersonales; de un interés puramente económico, a una lucha por abstraer todo análisis social a la tesis liberal y así romper con una incipiente organización y movilización obrera. Pero esta evolución no viene como característica genuina del sistema, sino que es una adaptación ante unas necesidades exteriores al propio capitalismo;  debemos tener en cuenta el desarrollo del mismo a través de dos etapas determinadas: Ilustración y Revolución Industrial.

Antes de criticar el sistema actual, debemos atender al origen de estas necesidades enfrentadas que nacen con las ideas y planteamientos ilustrados. La educación será estudiada en profundidad y con un trasfondo sociopolítico a raíz  de la Ilustración, donde se busca llevar esta a grupos humanos más extensos. La pedagogía se conforma en torno a una herramienta para el total desarrollo humano y por ende de su sociedad; no es una imposición, sino una lanzadera para llegar a esa fe, a esa luz entendida como Conocimiento. Se concibe al Ser como un receptor natural de todo tipo de sabiduría, sea propia de la naturaleza o como consecuencia del desarrollo material de nuestras sociedades, dando la posibilidad a los sujetos más populares de comprender y adaptarse al colectivo, dejando atrás la marginación y la exclusión. El fruto de esta educación lleva a la aparición de una conciencia unida bajo el influjo de la lucha de contrarios, privilegiados contra no privilegiados, burgueses y obreros contra nobles, un enfrentamiento materializado en las diversas revoluciones del siglo XIX. Pero avanzando en el transcurso de esta ascensión burguesa al poder, surge una nueva tesis respecto a la educación, esta se hace praxis y es en la  que nos encontramos actualmente. Nace  como reacción de aquellos agentes capitalistas, que apoyados por la maquinaria estatal, arrebaten contra este modelo donde el Ser (teóricamente) podía llegar a liberarse y a entender su condición como unidad indivisible y productiva. Con el desarrollo de la Revolución Industrial, el planteamiento ilustrado provoca el recelo de los dueños de fábricas, talleres, plantaciones… pues el trabajador, consciente de su poder y valor, podría elevarse como dique a esa violación sistemática por parte del capital y construir un modelo alternativo. La burguesía, beneficiada por el Capitalismo, abandera una educación liberal donde se rompe con esa herramienta que es la educación, y se impone, se establece la doctrina y el adoctrinamiento como salvaguarda de su sistema. La juventud, ese tesoro (Vigotsky), deja su intrínseca  aptitud hacia el conocimiento a favor de  una preparación técnica que los convierta en asalariados sin poder, sin una disposición mental hacia la crítica, hacia la comprensión de su esencia humana.

La cultura, el arte, la vida laboral, las relaciones personales… todo queda subordinado al interés de una minoría social y en detrimento de unas masas que no sólo venden su fuerza de trabajo, sino que ahora se ven ahogadas en un pozo donde el Neoliberalismo cierra la vía a cualquier planteamiento desligado del Capitalismo, desbaratando la organización de los trabajadores en una educación controlada y dirigida por los intereses burgueses. Sin embargo, como cualquier proyecto humano, este sistema educativo no es perfecto e inquebrantable, sino que aparecen sujetos a contracorriente y que rompen con sus esquemas; sujetos con unas características materiales más propias de la pequeña burguesía o de clase media, pues su contexto y sus capacidades socioeconómicas permiten que estos puedan acceder a textos, ideas y organizaciones de manera más “sencilla” que aquellos sujetos más populares y donde sus condiciones los llevan a la supervivencia; no al conocimiento. De esta realidad surge la Vanguardia, miembros concienciados al servicio del cambio social y que lideran, y liderarán, todo acto revolucionario. La importancia de esta es primordial desde una visión leninista, pues las masas insurrectas han de ser organizadas a través de un cerebro ideologizado y que no se mueve por hambre, sino por la idea de tomar el poder y llevar a la praxis la teoría marxista; alejada de luchas colaterales, de sentimentalismo y de cualquier necesidad esporádica.

Tengamos claro que la revolución no consiste en tomar el Palacio de Invierno, sino llevar a esa masa de trabajadores al control de los medios de producción, el empoderamiento de la misma a través de la llegada de esa Vanguardia al poder, al gobierno del estado. Y aquí nace la necesidad de unir al obrero con el intelectual, al campesino con el comisario del sóviet; una única identidad humana y material. La educación se alza pues como la respuesta a esa necesidad, y el estado dará los instrumentos que esta requiera, creando una nueva fuerza hegemónica que dispute el campo del desarrollo humano al modelo capitalista.

Las revoluciones y los cambios estructurales nos piden romper este modelo pedagógico, no podemos conformarnos con poner parches a la agónica situación de nuestra juventud, a una realidad de alumnos anclados a rutinas infructíferas y que los hace animales de fábrica. No buscamos la reforma, nuestro objetivo es levantar un nuevo modelo educativo a través del alzamiento de la clase trabajadora, dar los instrumentos  con los  que el hijo del campesino llegue  al espacio. Una educación que saque adelante las aptitudes de nuestra prole y forje a un futuro trabajador consciente del compromiso con su identidad, su propio ser, y con el estado.

“Necesitamos otra educación para otra sociedad y otra sociedad para otra educación”, Karl Marx

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